Sunday 17 February 2013

Aún puedes hacer daño


Esta esa idea, ese ruido de fondo imperceptible si no apartas toda distracción para concentrarte en él. Como un mar que sin estridencias va erosionando tu esperanza a la vez que erosiona tu cuerpo. Es esa aplastante certeza de que pasó el tiempo en el que podrías haber elegido porque aun eras deseable, cuando eras adulada, cuando te podías acostar con tantos. En estos momentos de rabia melancólica no hay lugar para la racionalidad, para la cruda realidad de que sólo se vive una vida y queda muy lejos lo que te llevó a elegirle a él. E incluso miras a otros como posibilidades de una vida más fácil, una vida en la que hubieras sido más amada. Elegiste al más guapo, al más popular. No al más gracioso y más sencillo. Elegiste competir, correr, no quisiste la tranquilidad de la adulación constante, el servilismo de un hombre que todos los días se levantase agradeciendo a Dios tenerte a su lado. Ahora vieja y derrotada no podemos esperar que sientas compasión pero podemos fantasear y preguntar: ¿hubieras sido fiel a un hombre así? ¿le hubieras hecho feliz? ¿Y tú? Probablemente la clave esté en asumir que es poca la felicidad en comparación con la duración de la vida y que la cantidad de felicidad es inversamente proporcional a la intensidad con que se quiera vivir. Pero no te engañes, tú no hubieras podido pacer tranquilamente en la llanura de la resignación de la felicidad cotidiana. Tú necesitabas sentirse objeto de deseo, cuerpo para el desasosiego de los hombres, ensoñación de masturbaciones masculinas. Tú tenías que ganar, casarte con el mejor, ser preñada por él, parir hijos con vuestros genes combinados hacia la perfección. Y de hecho ahí están vuestras hijas e hijos, bellos, despiertos, atléticos, inteligentes. Han pasado los años y no recordabas a los mediocres y desgraciados que dejaste abajo pero es de justicia que cuando se pudre la carne y la vejez nos obliga a ralentizar nuestros movimientos y a pedir solo salud, solo no sentir dolor y sentir caricias tiernas en vez de sexo salvaje,… cuando, digo, convergen las personas desde todos los ámbitos hacia la igualación final, sean ellos, los que no han pretendido más, los que están entrenados en la resignación, los que sean más felices.
Pero aún eres más hermosa que su mujer, aún eres un depredador, aún puedes acechar su plácido pastar, aún puedes hacer daño. 

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