Monday 30 May 2016

día cruelmente nublado en medio de la primavera

Todo se repite cada vez más viejos todos. Menos los muertos que van cayendo como arrastrados por una cinta transportadora de rutina hacia un precipicio sin fondo. O ni siquiera eso porque sucumben absorbidos por súbitos agujeros en la cotidianidad. Rendidos desde el nacimiento defendiendo una posición perdida sabedores de la futilidad de cada golpe, de cada ilusión, de cada grito. Pidiendo sólo no sentir dolor.

Monday 23 May 2016

Los que complacen a los dioses mueren jóvenes

Es preferible avanzar de un modo impetuoso y libre, tratando de mirar hacia adelante con cierta tranquilidad, que perder el tiempo con sentimentalismos, arrepintiéndonos de lo pasado: eso es lo que diferencia al hombre que está bien pertrechado para recorrer este mundo. 
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Ser excesivamente sabio entraña un anquilosamiento, y todo el que tenga prejuicios acabará quedándose quieto, inmóvil, como si estuviera petrificado. Ahora bien: el hombre que va por la vida con el corazón en la mano y que tiene por cerebro una veleta, el que considera que la existencia es algo que hay que usar con gallardía y arriesgar con júbilo, abordará el mundo de un modo bien distinto; sus latidos serán rápidos y verdaderos e irá acopiando impulsos a medida que corre, hasta que - si el lugar hacia el que corre es un lugar mejor que una hoguera descontrolada - tal vez salga disparado y se convierta, al cabo, en constelación. Nos dirá que el Señor cuida de su salud, que el Señor se ocupa de su alma, sí, y que tiene el control de la situación mientras se dirige, pavoneándose y atravesando la incongruencia y el peligro, hacia su objetivo. La muerte le rodea por doquier, apuntándole con todo un arsenal, del mismo modo que él nos rodea a nosotros; le acechan desagradables sorpresas; su amigos y parientes, con los labios fruncidos, se dan la mano formando una especie de sínodo elegíaco al contemplar su trayectoria; pero, ¿qué le importa a él todo esto? Cuando de verdad ama vivir, cuando uno es esa clase de tipo que tiene empuje y espontaneidad innatos, lo que tiene que hacer, como cualquier otro soldado en cualquier otra guerra estimulante y homicida, es seguir adelante y a buen paso: lo mejor que pueda, hasta alcanzar su objetivo.
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Si uno se pone a pensar en todo esto, ¿se atreverá a embarcarse en una obra que supere en lo más mínimo a una postal de las que se compran por medio penique? ¿Planificará una novela ambiciosa sabiendo que Thackeray y Dickens dejaron las suyas sin terminar? Si nos detenemos a pensar en la muerte ¿quién encontrará el coraje suficiente para vivir? 
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Es mejor vivir y llegar al término de la vida que morir a diario enfermo, encerrado en una habitación.
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No podemos empeñar nuestros esfuerzos sólo en tareas seguras. Del ser humano brota un espíritu que quiere actuar, y que sobrevivirá al final más inoportuno. Todos los que han pensando en su interior en hacer un buen trabajo han hecho un buen trabajo aunque hayan muerto antes de firmarlo. Todo corazón que haya latido fuerte y con alegría ha dejado tras de sí un impulso esperanzado para el mundo, y ha mejorado la tradición de la humanidad.
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¿No se va la vida con más elegancia cuando el cuerpo cae por un precipicio que cuando es arrastrado, miserablemente, al extremo de un delta arenoso? Cuando pienso en aquello tan acertado que dijeron los griegos (“los que complacen a los dioses mueren jóvenes”) no puedo evitar pensar que tenían en mente una muerte así. Pues es seguro que, muera un hombre a la edad que muera, morirá joven. La idea de la muerte no podrá llevarse un sólo sueño de su corazón. Y en el transcurso de la vida, mientras sube de puntillas hacia la cumbre de su ser, ese hombre pasará un día de pronto al otro lado. Apenas se ha extinguido el ruido del mazo y del escoplo, las trompetas casi no han terminado de sonar cuando, arrastrando tras de sí las nubes de la gloria, este espíritu vigoroso y con buena estrella hace su entrada en el mundo espiritual.
Vivir
ROBERT LOUIS STEVENSON