Todas me dicen palabras. Palabras,
sólo palabras. Todos les dicen palabras, sólo palabras. Todos sienten palabras,
sólo palabras. Olvidado el significado. Es sólo estar pasando el tiempo, que
corran los días. Palabras esperando la palabra muerte. Unas pocas palabras, un
limitado código. Una espera entre risas huecas. Seguir caminando sin mirar
atrás. Yo digo “amar” y espero, pero nada ocurre. Yo digo “deseo” y nadie lo
entiende. Yo camino solo, debe ser en lo alto de un monte. Es una ladera, no es
más como una pequeña meseta, una explanada. La hierba está cortada como un
césped cuidado porque han pastado ovejas. La luz es metálica, los contrastes de
colores son extraños, el sol y las pocas nubes juegan y hacen irreal mi caminar
dubitativo, torpe. Enajenado camino fuera de mí, siendo capaz de verme andar
lento, fascinado de soledad y lucidez. Entendiendo todo durante un instante.
Cierro los ojos y siento el aire que se va haciendo viento conforme encaro la
cresta y sólo abro los ojos cuando todo queda debajo de mí. Y el cielo es
infinito y valles, pueblos y montes se van perdiendo hacia el horizonte. Y no
necesito palabras.