Saturday 23 April 2016

Así os veo

Las personas me dan pena

Sus perplejidades

a veces también la pasiva tristeza rutinaria con la que 
dejan pasar la vida

que la vida se les escurra 
entre los dedos

dejando sus manos 
secas y agrietadas

igual que se les caen las caras
haciendo flácidos los
rasgos de su persona(lidad)

la ralentización de sus movimientos,
la descoordinación,
la tristeza paulatina

la tenaz victoria de 
la enfermedad y el envejecimiento

la decrepitud

esa somnolencia con la 
que lo asumen todo entre
sonrisas perplejas

sin entender nada
prefiriendo no pensar
resignadas

en algún momento incluso
implorando el final

sin esperar nada
borrosas en su imagen de ellas mismas

una especie de…
una rendición en una guerra
que nunca se pudo ganar

la suavidad de esta brisa
la belleza del mundo
su esplendor en su carácter efímero
(“su”, del mundo)
instantáneo


sentir, aunque sea esto,
o sea,
sentir todo
en un instante, todo
todos los instantes, todo

claramente la identificación plena 
de “todo” y “nada”
en “ahora”, 
que claramente se identifica con ambas

om

siempre la misma conclusión, 
la única posible



15416, sentado en un banco en la plaza del Baluarte,
escrito por mí





Sunday 10 April 2016

Donde los aduaneros no miran nunca las maletas, solamente los ojos y los labios

[Final del libro “Silvalandia” trabajo hecho con textos de Julio Cortázar y cuadros de Julio Silva]

Han pasado muchas cosas, digamos muchas páginas pero lo mismo los reconocemos, son los de la portada. Nos han seguido los pasos sin mostrarse nunca, y así como se reían a la entrada pensando que nos perderíamos en Silvalandia, así se ríen a la salida para despedirnos, para juntar sus voces y decirnos:

- No nos reíamos por maldad sino porque somos solamente eso, dos pequeñas sonrisas azules que buscan sentirse menos solas. ¿Por qué desconfiaban de  nosotros cuando salíamos a esperarlos en la portada? Solamente les pedíamos que también sonrieran, que nos acompañaran, así, muchas gracias.

Y están contentos, podemos irnos de Silvalandia dejándolos otra vez en la portada a la espera de otro lector, de alguien que también los mirará extrañado, receloso de su silenciosa expectativa, pero que terminará por quererlos (y a los Ontok, a Hojitas, a Gustavo, al pescado Ricardo, por qué no a todos) y que franqueará sonriendo la frontera de Silvalandia donde los aduaneros son azules y no miran nunca las maletas, solamente los ojos y los labios.


Julio Cortázar