Monday 14 February 2011

(En) el laberinto sin paredes (quinta parte)


Un niño desconocido se acerca y te llama señora, entonces caes en la cuenta del tiempo. Del tiempo que debe de quedar envarada en esta soledad, tan triste. A menudo viajo, frecuentemente tengo relaciones sexuales y, también, trabajos. Con medicación puedo incluso llegar a hacer planes. También hay veces en las que me asomo a la terraza y pienso en lo fácil que sería saltar la barandilla. Hay once pisos, ¿serían suficientes? A los suicidas románticos les gusta imaginar las reacciones de los que les sobrevivirán. Eso demuestra que no están realmente solos, no conocen la verdadera soledad. Por eso se imaginan la muerte como una gran sala oscura desde la que ellos contemplarán morbosamente como son añorados. Se suicidan contra alguien o por estética. Pero quien conoce la soledad sabe que la muerte es nada y se ahoga. El suicidio sólo puede ser por desesperación pero ésta no es racional sino relativa, puede estar esperándote al final de un momento de bajada. Cuando te abraza todo se acabó. Ni siquiera una habitación oscura.

Friday 11 February 2011

(En) el laberinto sin paredes (cuarta parte)


Nado por la calle número ocho, apenas puedo ver la espuma que provocan los pies de los favoritos de las calles centrales. Hace sólo unos segundos, años, todos éramos iguales subidos sobre los pilones, esperando que nos dieran la salida. Ahora en cada brazada me voy quedando más sola y mis intentos por recortar distancias se quedan en grotescos aspavientos por culpa de los cuales trago agua por la nariz y por la boca. Todos evolucionan, aunque sea hacia el envejecimiento y la muerte, pero yo permanezco ilusamente joven, niña, aunque sólo en cuanto a mi comportamiento e ilusiones porque soy tan vieja como ellos ante el espejo cuanto contemplo mis desnudos nocturnos.