Monday 21 March 2016

Escritura, poder, dominación, explotación y esclavitud

La escritura es una cosa bien extraña. Parecería que su aparición hubiera tenido necesariamente que determinar cambios profundos en las condiciones de existencia de la humanidad; y que esas transformaciones hubieran debido ser de naturaleza intelectual. La posesión de la escritura multiplica prodigiosamente la aptitud de los hombres para preservar los conocimientos. Bien podría concebirse como una memoria artificial cuyo desarrollo debería estar acompañado por una mayor conciencia del pasado y, por lo tanto, de una mayor capacidad para organizar el presente y el porvenir. Después de haber eliminado todos los criterios propuestos para distinguir la barbarie de la civilización, uno querría por lo menos retener este: pueblos con escritura, que, capaces de acumular las adquisiciones antiguas, van progresando cada vez más rápidamente hacia la meta que se han asignado; pueblos sin escritura, que, impotentes para retener el pasado más allá de ese umbral que la memoria individual es capaz de fijar, permanecerían prisioneros de una historia fluctuante a la cual siempre faltaría un origen y la conciencia durable de un proyecto.
Sin embargo, nada de lo que sabemos de la escritura y su papel en la evolución humana justifica tal concepción. (…)
Si se quiere poner en correlación la aparición de la escritura con ciertos rasgos característicos de la civilización, hay que investigar en otro sentido. El único fenómeno que ella ha acompañado fielmente es la formación de las ciudades y los imperios, es decir, la integración de un número considerable de individuos en un sistema político, y su jerarquización en castas y en clases. Tal es, en todo caso, la evolución típica a la que se asiste, desde Egipto hasta China, cuando aparece la escritura: parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación. Esta explotación, que permite reunir a millares de trabajadores para constreñirlos a tareas extenuantes,  explica el nacimiento de la arquitectura mejor que la relación directa que antes encaramos. Si mi hipótesis es exacta, hay que admitir que la función primaria de la comunicación escrita es la de facilitar la esclavitud. El empleo de la escritura con fines desinteresados para obtener de ella satisfacciones intelectuales y estéticas es un resultado secundario, y más aún cuando no se reduce a un medio para reforzar, justificar o disimular el otro.
Sin embargo, existen excepciones: África indígena ha poseído imperios que agrupaban a muchos cientos de millares de súbditos; en la América precolombina, el de los incas reunía millones. Pero en ambos continentes esas tentativas se revelaron igualmente precarias. Se sabe que el imperio de los incas se estableció alrededor del siglo XII; los soldados de Pizarro no hubieran triunfado fácilmente sobre él si no lo hubieran encontrado, tres siglos más tarde, en plena descomposición. Por mal que conozcamos la historia antigua de África, adivinamos allí una situación análoga: grandes formaciones políticas aparecían y desaparecían en el intervalo de pocas décadas. Pudiera ser que esos ejemplos comprobasen la hipótesis en vez de contradecirla. Si la escritura no bastó para consolidar los conocimientos, era quizás indispensable para fortalecer las dominaciones. Miremos más cerca de nosotros: la acción sistemática de los estados europeos en favor de la instrucción obligatoria, que se desarrolla en el curso del siglo XIX, marcha a la par con la extensión del servicio militar y la proletarización. La lucha contra el analfabetismo se confunde así con el fortalecimiento del control de los ciudadanos por el Poder. Pues es necesario que todos sepan leer para que este último pueda decir: la ignorancia de la ley no excusa su cumplimiento.
La empresa paso del plano nacional al internacional, gracias a esa complicidad que se estableció entre jóvenes estados -enfrentados con problemas que fueron los nuestros hace dos siglos- y una sociedad internacional de poseedores, intranquila por la amenaza que representan para su estabilidad las reacciones de pueblos mal llevados por la palabra escrita a pensar en fórmulas modificables a voluntad y a oponerse a los esfuerzos de edificación. Accediendo al saber asentado en las bibliotecas, esos pueblos se hacen vulnerables a las mentiras que los documentos escritos propagan en proporción aún más grande.
Tristes trópicos
CLAUDE LÉVI-STRAUSS

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Thursday 10 March 2016

El ejército, misiones internacionales

191215

(…) El otro compañero de dormitorio es un muchacho joven venezolano, al menos de origen. Hoy toma un avión hacia Venezuela, deduzco que para pasar las navidades. 

Nuestra conversación da un giro que genera mi interés cuando me dice que es militar (en el ejército español) y que ha estado destinado en Afganistán. Me cuenta también que ahora tiene un amigo, un compañero, en República Centro Africana y me enseña fotos que lleva en su móvil y que le ha enviado ese amigo. Me las muestra asombrado por el modo de vida de las personas en ese país. Supongo que esta es también la mirada de su amigo y de la mayoría del resto de los soldados. Me cuenta, sonriente de perplejidad, la simpleza y la pobreza de esos centro africanos. Me dice también que le gustaría que le enviasen allí.

En otro momento de la conversación, mientras desayunamos, me recomienda que viaje a Colombia pero que lo haga “a donde van los turistas”. 

Le pregunto si las cosas han cambiado o están cambiando en Venezuela después de las últimas elecciones y me dice que sí. No es chavista este muchacho.

En un momento dado me dice que a él le gusta pasearse con chaleco antibalas y fuertemente pertrechado, armado, porque le gusta cómo le mira la gente, el respeto, dice, con que le miran.

En otros tiempos, otro “yo”, uno de los “yo” pasados, hubiera descalificado inmediatamente a este ser humano etiquetándolo como un fascista y como un peón del sistema que oprime y empobrece. Pero hoy lo veo con tristeza y lástima, con ternura, incluso con un ambiguo sentimiento de respeto a su trabajo ya que, al fin y al cabo, él, ellos, van a ayudar, quizás indirectamente, quizás no siempre, seguro que no en la acción global de los ejércitos, pero sí puntualmente van a proteger a la población de esos países en guerra y además facilitan algo la vida en esos infiernos.

Me cuenta también que en esas misiones no pueden conocer nada, no pueden abandonar el cuartel como civiles para pasear. Cuando salen aparentemente  como civiles van siempre armados y con chaleco y en realidad están haciendo su trabajo sólo que no uniformados.

Me despido de él viéndolo como alguien digno, sí,… en algún sentido,… no sé. Cuando le estrecho la mano y cuando le deseo suerte soy completamente sincero.