Wednesday 14 December 2016

1912 [notebook 13]

Sería mejor no anotar nada,
no fotografiar nada,
no guardar tarjetas ni mapas,
no almacenar referencias.

Sería mejor no retener, 
no tener memoria.

Sería mejor no conservar recuerdos
porque cuando se comparen con el presente
serán más jóvenes y con más posibilidades

que el viejo y marchito hoy.




Monday 5 December 2016

13112 [notebook 7]

Con nuestros simuladores de dinero (que simulan trueques) compramos dispositivos electrónicos esperando que simulen libros y libretas. Pero no conseguimos que sean como los libros y las libretas. Los libros y las libretas están ahí esperando que volvamos de nuestro último viaje loco de angustia. 

El tiempo pasa pero no podemos disfrutarlo porque debemos trabajar y gastar para “ganarnos la vida”. Y cuando se nos concede un poco de tiempo no sabemos qué hacer y nos ponemos a comprar cosas para que nos llenen, pero nos van vaciando. 

Casi no queda nada de mí.
¿Qué (y cuándo) voy a “hacer” para convertirme en quien creo que soy?

Como todo “outsider” hago daño y cuanto más integrado estoy, más daño hago.

Creo que a veces no se me entiende pero la mayoría de las veces ni siquiera se intenta sino que se me interpreta, se me clasifica y, una vez se encuentra un lugar en la estantería en el que colocarme, se me deja allí.
(Seguramente yo hago lo mismo con los demás)

Nada de lo que se me dice me interesa. Sólo me interesa lo que miró, lo que espío, lo que descubro.

Soy así (“a loser”). De gente como yo están llenos los comedores de Cáritas y los bancos de las plazas.
Pero peor...
La mayoría (de los que son como yo) están en sus habitaciones de infancia de las casas de sus padres, inmovilizados. 
Mirando como espectadores asustados y con campos de visión (y comprensión) limitados. Hipnotizados ante el espectáculo del mundo que les ofrecen sus televisores.
Y así mueren. No todos, unos pocos despiertan en violentos ataques de odio alimentado durante años por el resentimiento y la envidia.
No es sana la envidia de estos degenerados.


Ese es el miedo, ese es el abismo. La exclusión, no crecer, no ser.

El enemigo es la inercia (sé que tras ella, en su lento caminar, está la muerte. La inercia me asfixia. La inercia es la náusea. 
Silencio se muere.

Hacer algo aunque sea (aún sabiendo que es) humo, que no va a durar. Porque, además, nada dura.

Al menos intentar entenderlo (todo, algo) algo si se entiende es todo.

Auténtico miedo a quedarme solo y tener que contestarme mis preguntas.

Atento observador de las construcciones (de la vida) de los otros. Frío observador de sus desvanecimientos, de sus derrumbes. De sus finales y desapariciones (abruptas o lentas, paulatinas).

Siempre hay alguien mirando y que es mirado en un juego de espejos infinito. Ni siquiera la soledad más intensa, la soledad del instante preciso del abandono de la vida, es un momento de soledad plena. ¿O sí? ¿Será eso aquello a lo que llamamos “Dios”?

Rodeados de nada, con absurdos y locos objetivos, corremos sin meta (y muy pronto perdemos la ilusión de creer que hay una meta, pero seguimos corriendo).

Melancólico paisaje de invierno, hoy me parece bien.

Hay gente, personas, que ciertamente están “de vuelta” en la vida, pero hay otros que lo pretenden pero que realmente sólo han andado, cansinamente, hacia ninguna parte y en círculo (por eso nos quieren hacer creer que “están de vuelta”).