Saturday 29 March 2014

lo que queda de mí

(La mujer que sabe la verdad
La mujer que me conoce
Me deja)

Apesto a sudor, a especias, a barro
Apesto a vida
Huelo

Mi piel se agrieta envejeciendo
Mi cara ya no oculta mi edad
Algunos dolores me sacan de mis ensoñaciones
Demasiada gente se muere como para ignorar la nada
El sol cada día brilla más fuerte para mí

Yo sólo quiero correr
mojarme, sentir
Que la vida me pase a mí




Friday 14 March 2014

No poder escuchar Moby

Ella le dijo que por su culpa desde hace once años ella no puede escuchar a Moby. Él intentó balbucear que no le echase la culpa de eso ni de nada. Él no tiene la culpa aunque él no lo crea. Se levanta el telón y hay un hombre que grita por no llorar. Una mujer morena lleva una camisa blanca ajustada que le marca su escaso pecho. Mira tan lejos y tan seria que esperamos que esté actuando. Alguien en el patio de butacas cierra los ojos y rápidamente los abre, todo ha cambiado. La luz oscura igual. Fuera hace mucho frío y mucho domingo de ciudad gris y húmeda. Alguien puso farolas que lloran luz amarilla para que suframos más. En otros lugares hace sol y se suda de calor en camas sin mantas. Cuando él baja solo a su casa vacía, el viento norte le congela la mirada. En su cabeza suenan canciones de luz y él delira de viajes y pasiones. Nadie le ve pasar, nadie escucha la fanfarre de músicos locos que bajan con él. Puede ver el sol anaranjado que saldrá mañana. En su soledad imagina mares en charcos y acaricia piedras como cuerpos. Se diría que besa cuando habla solo. Se le acusa de abrazar muy fuerte y de dibujar labios con su lengua. Revuelve, es intenso, no se conforma, no entiende la realidad, ni el paso del tiempo. Y cuando mira hacia el horizonte de un mar de playa, él espera un tsunami o algo. Si los que pasan a su lado le prestasen atención le escucharían murmurar "todo, todo, todo". Interpretaremos cada palabra y le encontraremos su remedio homeopático o "normal".
Lo mejor que podía hacer es morirse.

Thursday 13 March 2014

Mood

Estoy bien, bueno..., se pude decir que estoy bien. Y entonces, de repente, viene un día sin luz, nublado, y llueve barro en los bajos de mis pantalones. Y se me olvida que estoy loco y veo todo con una lucidez que me estrangula. Tengo que beber. Tengo que golpear paredes. Tengo que herirme. Tengo que gritar y llorar. Me tengo que matar.
Pero todavía estoy vivo.


A veces me escucho lo que escribo y me horroriza la fragilidad de quien siente eso. Y me da miedo o pena, no sé.


Mi problema es que doy todos los besos. No los presto. Y luego no puedo recuperarlos. Y cuando los necesito no tengo besos.


¿Te quedarías conmigo por evitar que me matase?


Aunque sé que también se solea y es hermosa, siempre que llueve, esté en dónde esté, me acuerdo de ese trozo de calles, gentes y jardines con un río que me he acostumbrado a llamar mi ciudad.





Monday 3 March 2014

El mercado

En la vida de todas las ciudades por las que voy pasando, tanto en Tailandia como en Laos, en Camboya y ahora en Vietnam, el mercado es un pieza fundamental. Lo mismo en pequeñas ciudades que en megalópolis como Bangkok, Phnom Penh o Saigón.

El mercado, generalmente un "mercado central" y una constelación de otros mercados, es el corazón de la ciudad, late con fuerza procesando la sangre de la ciudad y bombeando vida al conjunto de calles, edificios y gentes. Todo se compra y todo se vende y, viendo el frenético movimiento de estos fantásticos hormigueros humanos, uno no duda de que la existencia de todas estas personas no tendría sentido sin levantarse para el mercado, prepararse para el mercado, comprar o vender en el mercado y volver a empezar.

Las mercaderías se gritan, casi se cantan, y los precios bailan en el enloquecido regateo que es un auténtico teatro de expresiones ceñudas, gritos airados y sonrisas cómplices (ya que no es más que un juego, un idioma, una forma de vivir unos con los otros).

Las mercancías se preparan cuidadosamente ya sean comidas, ropas, productos electrónicos, joyas,... Se limpian, se ordenan, se vigilan. Incluso se duerme con ellas. La basura se acumula y los olores lo impregnan todo. Luego, al final que ya es el principio otra vez, se limpia.

Ofrecer, vocear, mostrar, curiosear, mirar, preguntar, tocar, probar,... la aglomeración entorno a los puestos, el murmullo de fondo, el intercambio del regateo,... gritos y susurros. Callosas manos que aprietan fajos de billetes mientras sus torpes dedos cuentan las sumas pactadas, remoloneando en el último intento de mejorar el precio. Billetes manoseados que fluyen de unos a otros y que hace tiempo que perdieron el rigor y el olor con que los imprimieron las casas de moneda para los orgullosos y poderosos bancos.

Nadie repara en la marcha del sol. No se cede a la noche porque nos mande su oscuridad. Miles de bombillas se encienden y estiran la comedia mediante los mercados nocturnos.

Aún hay tiempo para seguir ganando y perdiendo, engañando y siendo engañados, comprando y vendiendo a la vez que se come y se bebe y se mira, también a las personas porque somos parte del mercado.

Poco a poco el pulso va bajando, la ciudad se prepara para dormir y su corazón también. La actividad se minimiza y por unas horas, pocas, dejamos las calles a los perros callejeros y a las ratas.

(En estas ciudades todos los perros son callejeros. Todos lo somos.)




Saturday 1 March 2014