Saturday 14 May 2011

Jules et Jim

Jules es alemán, quizás austriaco. Jim es francés. Cuando empieza la película viven en el alegre París de fiestas y bohemia anterior a la Gran Guerra.
Jim tiene mucho éxito con las mujeres, sabe tratarlas porque no les da importancia. Jules en cambio es enamoradizo y se entrega tercamente a la ilusión romántica de la pareja.
La película es un lienzo en el acertadas pinceladas nos esbozan la fuerza de su amistad. Elijo una escena: cuando Jules esboza en la mesa de un café el rostro de una mujer que amó (en la medida en que este personaje sea capaz de conjugar en pasado ese verbo)y Jim quiere comprar la mesa. Nunca ninguno de ellos había conocido a otra persona que le escuchase.
Conocen a una mujer única por su desenfado vital que cautiva a Jules. Comienzan a ser pareja aunque sean tres. Elijo una escena: cuando cruzan el puente metálico los tres corriendo con ella disfrazada de hombre.

Catherine y Jules se van al país de éste y se casan, tendrán una hija. Antes de tomar esta decisión Catherine trata de tener una cita con Jim, en un café, ¿para consultarle? Es deliciosa la manera en que los dos amigos se piden y se dan permiso para autorizar estas citas que son conversaciones pero también para autorizar las relaciones sexuales (como se ve más adelante en la película).
Llega la Gran Guerra y las vidas de los dos amigos avanzan paralelas, en bandos opuestos, preocupados por no matarse mutuamente.
Después de la guerra retoman su amistad a través de un visita de Jim a la familia Jules. Desde el primer momento es apreciable el efecto de la guerra en Jim. Ya no sonríe desenfadadamente, ha madurado. Jules en cambio parece vivir aún con su desenfado e inocencia (en un momento de la película Catherine dice que lo que le atrajo de Jules fue su inocencia y fragilidad que lo hacen distinto de todos los demás hombres). La pareja con la niña parece muy feliz y Jim añora tener eso mismo. Pero pronto Jules confiesa a su amigo la falsedad de su relación con Catherine, las huidas de ella, los amantes que tiene, cómo le desprecia y el espectador pasa a verla como un precioso pájaro enjaulado. Jules mira para otro lado, trata de entender, trata de hacer todo lo posible por no perderla, por tener al lado aunque durmiendo en habitaciones separadas, aunque sin sexo, aunque ella le sea infiel descaradamente.
Catherine seduce a Jim que tiene la carta blanca, cuando no el ruego de su amigo, para esa relación y pasan a ser un trío con niña feliz al ritmo caprichoso de los deseos de Catherine.
Pero Jim tiene otra opción vital en París, una mujer que le ama de la manera que Jules ama a Catherine, una mujer que siempre le espera en la cama y que parece más adecuada para el nuevo Jim surgido de la guerra.
El patetismo de Jules crece cuando desde su vértice del triángulo trata de mantener la extraña figura frente a los devaneos de los otros dos vértices.
De repente Jim salta del barco a la deriva sobre aguas turbulentas que es el trío y huye de Catherine hacia la estabilidad de su relación parisina.
Pero Jules y Catherine vuelven a Francia y se reencuentran. El trío se ha difuminado porque Jim ya no está, ha dado un paso más en su evolución personal y no es parte sino que observa desde fuera.
Pero la locura egomaníaca de Catherine basada en ella como deseo sexual no puede sino acelerarse hasta la autodestrucción cuando el paso del tiempo se hace evidente y el cuerpo empieza su declive.
De la misma manera que en una maravillosa escena de noche parisina previa a la guerra ella se arroja al Sena dejando clara su libertad total, la escena final es su último grito de poder total sobre los dos hombres causándoles a ambos el máximo daño que se les puede infligir.