Saturday 19 October 2013

Un niño solo en la sala de arte africano (capítulo ocho, fin)


Lo verdaderamente difícil es hacer aquello que la gente que te rodea, y a la que amas,  quiere que hagas sin que ellos te lo digan.
Hay que intuir, hay que anticiparse, no se puede bajar la guardia. Bastan un par de omisiones o de despistes para que alguien se rompa a tu lado y te cause una herida profunda y permanente.
Hay que escuchar y hay que mirar pero ni siquiera con eso basta, hay que sentir con los otros.
Es necesario salir de uno mismo y entrar en ellos, hay que ser el otro, hay que anticiparse, hay que ofrecerse y, en ocasiones, insistir porque los silencios y las negaciones tímidas, susurros de noes, o incluso los noes rotundos pueden esconder peticiones encubiertas, súplicas que no pueden ser dichas pero que esperan ser atendidas.
. . .
Al final se fue volando a ese sitio al que yo no lograba entrar.
fin

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