Tuesday 29 January 2013

Cuando estés vieja y gris y soñolienta


Cuando estés vieja y gris y soñolienta

y cabeceando ante la chimenea, toma este libro,
léelo lentamente y sueña con la suave mirada
y las sombras profundas que antes tenían tus ojos.
Cuántos amaron tus momentos de alegre gracia
y con falso amor o de verdad amaron tu belleza,
pero sólo un hombre amó en ti tu alma peregrina
y amó los sufrimientos de tu cambiante cara.
E inclinada ante las relumbrantes brasas
murmulla, un poco triste, cómo escapó el amor
y anduvo en las cimas de las altas montañas
y entre un montón de estrellas ocultó su rostro.
El vino entra en la boca
y el amor entra en los ojos;
esto es todo lo que en verdad conocemos
antes de envejecer y morir.
Así llevo el vaso a mi boca,
y te miro, y suspiro.
Si tan sólo yacieras muerta y fría
y las luces del oeste se apagaran,
y yo reposaría la frente sobre tu pecho
y tú susurrarías palabras de ternura
perdonándome, pues ya estás muerta:
No te alzarías ni partirías presurosa,
aunque tengas voluntad de pájaro errante,
mas tú sabes que tu pelo está prisionero
en torno al sol, la luna y las estrellas;
quisiera, amada, que yacieras
en la tierra, bajo hojas de bardana,
mientras las estrellas, una a una, se apagan.
William Butler Yeats

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