Thursday 10 March 2016

El ejército, misiones internacionales

191215

(…) El otro compañero de dormitorio es un muchacho joven venezolano, al menos de origen. Hoy toma un avión hacia Venezuela, deduzco que para pasar las navidades. 

Nuestra conversación da un giro que genera mi interés cuando me dice que es militar (en el ejército español) y que ha estado destinado en Afganistán. Me cuenta también que ahora tiene un amigo, un compañero, en República Centro Africana y me enseña fotos que lleva en su móvil y que le ha enviado ese amigo. Me las muestra asombrado por el modo de vida de las personas en ese país. Supongo que esta es también la mirada de su amigo y de la mayoría del resto de los soldados. Me cuenta, sonriente de perplejidad, la simpleza y la pobreza de esos centro africanos. Me dice también que le gustaría que le enviasen allí.

En otro momento de la conversación, mientras desayunamos, me recomienda que viaje a Colombia pero que lo haga “a donde van los turistas”. 

Le pregunto si las cosas han cambiado o están cambiando en Venezuela después de las últimas elecciones y me dice que sí. No es chavista este muchacho.

En un momento dado me dice que a él le gusta pasearse con chaleco antibalas y fuertemente pertrechado, armado, porque le gusta cómo le mira la gente, el respeto, dice, con que le miran.

En otros tiempos, otro “yo”, uno de los “yo” pasados, hubiera descalificado inmediatamente a este ser humano etiquetándolo como un fascista y como un peón del sistema que oprime y empobrece. Pero hoy lo veo con tristeza y lástima, con ternura, incluso con un ambiguo sentimiento de respeto a su trabajo ya que, al fin y al cabo, él, ellos, van a ayudar, quizás indirectamente, quizás no siempre, seguro que no en la acción global de los ejércitos, pero sí puntualmente van a proteger a la población de esos países en guerra y además facilitan algo la vida en esos infiernos.

Me cuenta también que en esas misiones no pueden conocer nada, no pueden abandonar el cuartel como civiles para pasear. Cuando salen aparentemente  como civiles van siempre armados y con chaleco y en realidad están haciendo su trabajo sólo que no uniformados.

Me despido de él viéndolo como alguien digno, sí,… en algún sentido,… no sé. Cuando le estrecho la mano y cuando le deseo suerte soy completamente sincero.

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