Salgo de los bares y está la soledad.
Entro en los bares y está la soledad.
Soledad atestada de muchedumbre ruidosa.
Estrujado en la soledad.
Sin espacio en la soledad.
Solo.
El frío me recuerda la soledad. La soledad
horrible. Nadas compartidas.
Estar contigo también sería soledad.
El vacío gélido.
Miro alrededor y sólo veo resignación y
conformismo.
No me creo ninguna sonrisa. Y menos las
carcajadas que permanecen vibrando y se disipan en unos segundos de angustia, que se me hacen eternos, en los que imploro por un huracán que se lleve esa
agonía de pretendida alegría. Digo agonía.
Todo lo que hago es falso. No soy consciente
de decir nada de lo que parece que digo. Y ya no me sorprendo por no ser
entendido. Y nunca espero respuestas ni hablo con nadie aunque lo parezca.
Sólo emito sonidos porque tengo horror al vacío.
Digo a la soledad.
Digo a la nada.
No es posible estar en pareja porque su
fundamento es que tu pareja se sienta especial y salga de la multitud y tenga
cierto poder o derecho sobre ti. Y ya es muy tarde para que alguien lo vuelva a
tener sobre mí.
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