Sunday 3 November 2013

La vie d'Àdele


Adèle tiene diecisiete años, va al instituto, le gusta la literatura. Es guapa y sensual. Le gusta comer (pero no le gusta el pescado). Gusta a los chicos, gusta a uno de los más guapos del instituto. Sale con él, hacen el amor. No siente. Se cruza por la calle con una chica con el pelo azul. Sueña que hacen el amor. Siente. Tiene amigas, hablan de chicos, de sexo, de chicos, de sexo, de chicos,… Ella no escucha. La mirada ausente.










Besa a una chica. Siente. Una noche va a un bar de ambiente con un amigo gay. Alguien, un desconocido, le dice: ama a quien quieras, a quien te guste, qué importa el género. Sale del bar siguiendo a un grupo de chicas que entran en un local de lesbianas. Pide una cerveza en la barra y se le acerca la chica del pelo azul. Empiezan una relación de auténtico amor (y, por tanto, sexo). Se encuentra, se realiza. Pero… no sólo “pero” el rechazo social, no sólo “pero” los gritos de los idiotas. Eso no es nada. Eso no duele, es sólo una lluvia superficial, aunque arrecie como granizo no duele, no puede doler. Porque ella está en el amor y eso la hace fuerte para dejar atrás las miradas avinagradas de odio que lloran pus. Ella está amando y siendo amada.











Hacen el amor salvajemente, apasionadamente, se acarician ferozmente, se lamen, se muerden, se devoran,… el mundo se reduce a ellas, lo demás es un fondo difuso.

Pasa el tiempo. Àdele ya es profesora. Son una pareja. Vive el ambiente de ella (que cuando se conocieron estudiaba bellas artes y ahora ya es una artista rodeada de artistas, críticos y galeristas). De hecho Àdele ha sido desde el principio su musa, desde el boceto inicial que hizo de su rostro en el parque hasta los sensuales desnudos de cuerpo entero llenos de admiración, pasión y deseo.

Pero ocurre que el amor homosexual (como el amor heterosexual) (la verdad es que no entiendo estas etiquetas, creo que directamente debemos hablar del “amor sexual”) aunque generalmente lo vemos como más alegre, desinhibido, libre,… en realidad es tan duro, cruel y doloroso como el amor “hetero”. La rutina devora a las parejas. Nos creemos que ese cuerpo que duerme a nuestro lado estará siempre y llegamos incluso a engañarnos pensando que no nos importará si desaparece. Y nos alejamos. Imperceptiblemente. Como dos hojas (cuerpos) que flotan sobre aguas tranquilas y que lentamente se van separando. Y ese adiós ralentizado puede ser definitivo porque surjan otras vidas (personas) y todo se acabe en un fundido a negro. Y hay que vivir y hacer como que se ama, como si se pudiese amar dos veces.
Quedan los recuerdos y una que busca más que la otra. Y puede que cuando decides volver ya no exista tal lugar.

En un banco de un parque es donde empezaron los primeros besos, el primer boceto de su rostro. Y Àdele vuelve y se sienta en soledad.








La película me ha gustado especialmente por lo bien que se describe la evolución psicológica del personaje de Àdele (interpretado por Àdele Exarchopoulos, la chica del pelo azul es interpretada por Lea Seydoux). La manera en la que se muestra su aprendizaje vital hasta que termina con una plano de ella caminando por la calle, de espaldas, yéndose sola con sus pensamientos, con su tristeza.


(Dirigida por ABDELLATIF KECHICHE)















(Es una adaptación de la novela gráfica “LE BLEU EST UNE COULEUR CHAUDE” de JULIE MAROH)









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