Es que es esto, no es otra cosa. El cielo
gris, plomo, pesadamente nada. Y tanto frío y desorden y suciedad. Y el tiempo
se escapa y yo bajo esa severa mirada encargada de la destrucción de cualquier
atisbo de mi vitalidad, de cualquier esperanza de alegría. Como si el suicida
escarmentase después de su intento de morir, por fin. No entender nada como no
se entendía antes, ni se entenderá después cuando sólo haya mármol y letras y
la intuición de la podredumbre que ahora es, al menos, evidente. Ganas de todo,
ganas de nada, y no va a poder ser siempre culpa del sol o de las nubes.
Grito pero no tengo voz, no sueno. En mi
cabeza retumba el soliloquio. Sube la marea y yo asumo todas las culpas bajo
las olas, salvajes. El mar es aspirado y yo me quedo con mis pies hundidos en
la arena, blanda, viendo como crece la desolación vacía. Y no puedo dejar de pensar
si no habré dejado escapar, una vez más, una oportunidad de morir. Vivir.
My words
aren’t understood. Neither are my
tears.
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