Cuando era un niño me gustaba meterme en el mar con el agua hasta el pecho y mirar hacia el horizonte viendo, con una mezcla de temor y fascinación, como avanzaban las olas hasta alcanzarme.
Y entonces me gustaba ser engullido por ellas y zarandeado disfrutando de unos instantes de auténtica entrega golpeado contra el fondo de arena, abandonado, como ensayando la muerte.
A veces se me erizaba la piel porque tenía frío.
A veces sólo escuchaba el mar, al mar, las sosegadas aguas que me mecían cuando perdía pie,... el rugido de las olas que se rompían detrás de mí.
Y todo lo veo así, avanzando total.
Y entonces me gustaba ser engullido por ellas y zarandeado disfrutando de unos instantes de auténtica entrega golpeado contra el fondo de arena, abandonado, como ensayando la muerte.
A veces se me erizaba la piel porque tenía frío.
A veces sólo escuchaba el mar, al mar, las sosegadas aguas que me mecían cuando perdía pie,... el rugido de las olas que se rompían detrás de mí.
Y todo lo veo así, avanzando total.