Esta esa idea, ese ruido de fondo
imperceptible si no apartas toda distracción para concentrarte en él. Como un
mar que sin estridencias va erosionando tu esperanza a la vez que erosiona tu
cuerpo. Es esa aplastante certeza de que pasó el tiempo en el que podrías haber
elegido porque aun eras deseable, cuando eras adulada, cuando te podías acostar
con tantos. En estos momentos de rabia melancólica no hay lugar para la
racionalidad, para la cruda realidad de que sólo se vive una vida y queda muy lejos
lo que te llevó a elegirle a él. E incluso miras a otros como posibilidades de
una vida más fácil, una vida en la que hubieras sido más amada. Elegiste al más
guapo, al más popular. No al más gracioso y más sencillo. Elegiste competir,
correr, no quisiste la tranquilidad de la adulación constante, el servilismo de
un hombre que todos los días se levantase agradeciendo a Dios tenerte a su
lado. Ahora vieja y derrotada no podemos esperar que sientas compasión pero
podemos fantasear y preguntar: ¿hubieras sido fiel a un hombre así? ¿le
hubieras hecho feliz? ¿Y tú? Probablemente la clave esté en asumir que es poca
la felicidad en comparación con la duración de la vida y que la cantidad de
felicidad es inversamente proporcional a la intensidad con que se quiera vivir.
Pero no te engañes, tú no hubieras podido pacer tranquilamente en la llanura de
la resignación de la felicidad cotidiana. Tú necesitabas sentirse objeto de
deseo, cuerpo para el desasosiego de los hombres, ensoñación de masturbaciones
masculinas. Tú tenías que ganar, casarte con el mejor, ser preñada por él,
parir hijos con vuestros genes combinados hacia la perfección. Y de hecho ahí
están vuestras hijas e hijos, bellos, despiertos, atléticos, inteligentes. Han
pasado los años y no recordabas a los mediocres y desgraciados que dejaste
abajo pero es de justicia que cuando se pudre la carne y la vejez nos obliga a
ralentizar nuestros movimientos y a pedir solo salud, solo no sentir dolor y sentir caricias
tiernas en vez de sexo salvaje,… cuando, digo, convergen las personas desde
todos los ámbitos hacia la igualación final, sean ellos, los que no han
pretendido más, los que están entrenados en la resignación, los que sean más
felices.
Pero aún eres más hermosa que su mujer, aún
eres un depredador, aún puedes acechar su plácido pastar, aún puedes hacer
daño.
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