Lo verdaderamente difícil es
hacer aquello que la gente que te rodea, y a la que amas, quiere que hagas sin que ellos te lo
digan.
Hay que intuir, hay que
anticiparse, no se puede bajar la guardia. Bastan un par de omisiones o de
despistes para que alguien se rompa a tu lado y te cause una herida profunda y
permanente.
Hay que escuchar y hay que
mirar pero ni siquiera con eso basta, hay que sentir con los otros.
Es necesario salir de uno
mismo y entrar en ellos, hay que ser el otro, hay que anticiparse, hay que
ofrecerse y, en ocasiones, insistir porque los silencios y las negaciones
tímidas, susurros de noes, o incluso los noes rotundos pueden esconder
peticiones encubiertas, súplicas que no pueden ser dichas pero que esperan ser
atendidas.
. . .
Al final se fue volando a ese sitio al que yo
no lograba entrar.
fin
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