Friday 30 May 2014

Rishikesh, India

Te miran como diciendo "sabemos que no te vas a ir, no te puedes ir". Entonces se levanta una leve brisa desde el Ganges y te ves envuelto en enigmáticas sonrisas entre ojos puntuados en rojo. Coloridas mujeres y sadhus, hombres en blancos ropajes, niños y niñas de enormes miradas. La soledad de una gota en un río. Olores y sonidos. Pero hasta esta vorágine se llega a detener, se silencia, se adormece,... se difumina, se esconde.

Pronto la noche se empieza a calentar, el sol se empieza a difundir suavemente desde el horizonte coloreando, primero sin ser visto, y luego mostrándose intensamente anaranjado, iluminando.

Vuelve el movimiento incesante, el río de peregrinos que afluye al Ganges bajando la callejuela de destrozado pavimento y desproporcionados escalones. Las señoras mayores tienen enormes dificultades que son angustioso esfuerzo cuando tienen que subir. A los lados todo son joyerías y tiendas de ropa y de elementos religiosos hindúes. Los dueños, especialmente los de las joyerías, reclaman constantemente la atención de las mujeres que bajan y les prueban rápidamente anillos o pulseras. Por todas partes niños de voces lastimeras, sadhus, lisiados, ancianas,... piden, mendigan. Los templos absorben a algunos devotos pero otros continúan su marcha y cruzan el Ganges por el Lakshman Jhula para, en la otra orilla, llegar al templo de Tavambakeshwar. Hay más río, hay más ofrendas, más peregrinos, hay ghats en las que los fieles se bañan, hay otro puente, Ram Jhula, y muchos más ashrams. Esta es una ciudad sagrada.





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