Estoy bien, bueno..., se pude decir que estoy bien. Y entonces, de repente, viene un día sin luz, nublado, y llueve barro en los bajos de mis pantalones. Y se me olvida que estoy loco y veo todo con una lucidez que me estrangula. Tengo que beber. Tengo que golpear paredes. Tengo que herirme. Tengo que gritar y llorar. Me tengo que matar.
Pero todavía estoy vivo.
A veces me escucho lo que escribo y me horroriza la fragilidad de quien siente eso. Y me da miedo o pena, no sé.
Mi problema es que doy todos los besos. No los presto. Y luego no puedo recuperarlos. Y cuando los necesito no tengo besos.
¿Te quedarías conmigo por evitar que me matase?
Aunque sé que también se solea y es hermosa, siempre que llueve, esté en dónde esté, me acuerdo de ese trozo de calles, gentes y jardines con un río que me he acostumbrado a llamar mi ciudad.
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