Olvido el pasado, que por otro lado puede no
haber ocurrido jamás. Trabajo el presente con su aura de sentido común y
resignada felicidad. Sé que la única salida es la que me ofrecéis. No siempre
arrojo al retrete las medicinas, a veces las tomo y me calman. Pongo la
televisión. Me siento en frente. Ella no va a volver. Yo digo, tenéis razón,…
yo digo “gracias”, por el consejo, por abrirme los ojos una vez más. Ya los
tengo abiertos, gracias. Ella también dice que no va a volver, ella ya no es nosotros, es
vosotros. Yo estoy solo. ¿Estoy solo? Tengo los ojos abiertos, gracias. Me voy
cansando, en la televisión adivinos y adivinas y partidas de póker. Cabeceo,
tengo cortos periodos de sueño, me rehago, me recompongo, me recuesto, cambio
de canal. Me duelen la espalda y el cuello. Tengo que seguir despierto, lucho,…
horas y horas. Pero me voy durmiendo. Creemos que aunque nos equivoquemos
podremos rectificar. No siempre. Y el cielo se llena de nubes sucias y llueve
domingo o lunes o martes. Se me cierran los ojos. Me estoy durmiendo. Por la
noche ella viene. Y cuando me despierto ya ha desaparecido.
Seguramente todo es mucho más sencillo y fácil
y lo único que tengo que hacer es irme de aquí.
Quizás mañana.
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